Esto era un hombre que vivía tranquilamente en un barrio de una pequeña ciudad.

Un día, encontró un buen trabajo donde le pedían carnét de conducir. Fue y se sacó el carnét no sin esfuerzos y después de estudiar bien todas las normas de tráfico se compró un coche. Era un coche ya de segunda mano, pero recién arreglado, limpio y pulido, el cual hizo mucha ilusión a su nuevo poseedor que lo tenía como un tesoro y como tal lo cuidaba. Guardó este coche en su garaje y no dejaba de darle mantenimiento cada fin de semana.

Pasaron los años y el coche seguía reluciente y funcionaba a la perfección gracias a tantos cuidados. Entonces llegó un nuevo vecino al barrio, a vivir justo en frente del otro.

Su casa también tenía garaje pero estaba vacío. Este nuevo vecino no sabía conducir ni tenía el carnet pero cada día veía el coche de su vecino, cómo salía y entraba de su garaje y cómo lo cuidaba y lo mantenía.

Y aquél nuevo vecino pensó que él tenía el mismo derecho que el otro y que cualquiera a tener un bonito cohce en su garaje; así que, pasadas unas semanas, una mañana se plantó en la puerta de su vecino y le dijo -Dame tu coche.

El hombre se quedó algo desconcertado pero como era de buena pasta le preguntó simplemente -¿Por qué debería dartelo?

Entonces el recién llegado le dijo - No es justo que solo tu tengas coche. Yo también quiero tener un bonito automóvil en mi garaje, entretenerme los fines de semana y alegrarme la vista con él cada día.

El otro, armado de santa paciencia, le respondió ¿Pero sabes que este coche es mío, no? ¿Qué no es ningún capricho y que lo necesito para mi trabajo? Hace mucho que lo tengo y le he dedicado mi tiempo, cuidados, amor y entrega en mantenerlo en el estado en que lo ves.

El recién llegado insistió - Mi garaje está vacío ¡yo también lo necesito! Y puedo darle los mismos cuidados que tu... o más.

- No lo dudo - dijo el primero, por cortesía y temiendo que aquél personaje o bien era un sinverguenza o no entendía que lo que pretendía justificar no era sino un robo - pero igualmente tu no tienes un trabajo que te exija tener coche ¿por qué lo quieres?

El nuevo razonó - si tengo primero el coche, entonces encontraré el trabajo que lo necesite.

Y el primero dijo -Tampoco lo veo muy claro pero ¿es que tienes el permiso de conducir? Y casi más importante ¿Sabes conducir? Porque para conducir un coche se necesita saber hacerlo, conocer las normas y las señales de tráfico. De lo contrario puedes perderte por el camino, llegar a provocar un gran caos y hasta la muerte de muchos. Si no tienes los estudios, todos los conocimientos que acredita el carnét, no puedes conducir.

El otro pareció dudar un instante y algo avergonzado dijo - ... no..., no tengo el permiso... -y en seguida protestó- ¡Es que no sé leer! - pero sin rendirse continuó - Sé imitar a los demás y puedo memorizar las señales - por un momento casí suplicó- conduciría tu coche como lo haces tu ¡pero mejor! y lo mantendría como lo has hecho tu ¡pero mejor! Yo no cometería tus errores ¡dámelo!

-Lo siento- dijo el buen hombre- pero ni aunque estuviera a punto de jubilarme o tan enfermo que no pudiese conducir, no podría dartelo, porque lo que hicieras con él sería responsabilidad mía. Incluso aunque lo pusiera a tu nombre, me harías culpable de tus atropellos.

El recién llegado se dió media vuelta lleno de rabia. Apretaba los puños y los dientes y hasta temblaba todo él de pura furia. A partir de ese momento se dedicó a difamar y desprestigiar a su vecino con mil invenciones, recavanado la ayuda de otros malos vecinos, envidiosos y avarientos que inexplicablemente comenzaron a surgir por todas partes animados por aquél primer desalmado; pidió dinero a sus nuevos aliados y en cuanto pudo se compró un coche igual que el de su vecino. Por fuera parecía igual - y esto hizo que algnos vecinos lo confundieran con el primero- pero su interior reflejaba la personalidad de su propietario y en seguida se veía que en lugar de poner verdadera atención y esfuerzo en su cuidado, todo estaba destinado solo a demostrarle a su vecino que él sí sabía cuidar un coche y para hacerlo, en su obsesión de quedar por encima, cambió muchas de las piezas originales por imitaciones baratas, que según él le daban a su versión de este coche mayor potencia por menor precio, sin embargo estaba claro que todos estos cambios hacían que el funcionamiento del coche se resintiera. Además, como lo había comprado con la ayuda de los otros envidiosos, todos y cada uno querían opinar sobre el coche y también creían tener derecho a llevarlo ellos, de manera que aquél coche, aunque mantenía una apreincia externa, estaba todo alterado por dentro y desgastado, avejentado, por un uso abusivo y descuidado. Estaba pasando por demasiadas manos y tan diferentes entre sí que acabó perdiendo totalmente su valor y su utilidad original.

Siempre quedará el original, por supuesto, pero para reconocerlo habrá que saber discernir y, rodeados de tantas copias será cada vez más dificil.

[23/03/2024, 11:46]

Un cuento de ovejas y cabritos.